El ciclo Grandes Conciertos de la programación invierno-primeravera hace este jueves su segunda parada en el Principal.
Lo hace de la mano de uno de los grandes nombres de la escena musical dentro y fuera del Estado, un Jordi Savall que a sus 76 años asegura que cada día sigue aprendiendo de la música.
En un tiempo en el que cualquier proyecto tiende a ser económico, es decir, pequeño, usted apostó el año pasado por este ‘Las rutas de la esclavitud’, por contar con músicos de distintos países, por llevar a cabo una propuesta de mayor calado.
¿Por qué?
-Es que cuando hago un proyecto no suelo pensar en que sea económico, pienso en lo que es mejor para la idea.
Trabajando sobre este tema de la historia de la esclavitud y para poder trasladar una imagen lo suficientemente completa, vi que era necesario contar con músicos no solamente de España sino también intérpretes de diferentes países.
Es la única manera de mostrar la riqueza del legado que nos han dejado los esclavos y hablar de su tragedia.
¿Cómo transmitir eso a través de la música?
-Primero, invirtiendo mucho tiempo en investigar, en leer, en conocer…
Ya Aristóteles decía que el mundo estaba dividido entre maestros y esclavos.
En ese proceso me marqué los puntos más importantes para el proyecto, desde la descripción de la primera expedición que se realizó en 1444.
Hay muchas historias que están documentadas y que me han servido para construir un programa que vive de los ritmos y de los lenguajes de los esclavos, y de la música de sus descendientes.
Es un viaje total al pasado con un mensaje musical que es totalmente opuesto a lo que nos esperaríamos viendo la temática que se trata puesto que estas músicas hablan también del deseo de vida y de la esperanza.
¿Por qué pasaba esto?
Seguramente porque estas músicas eran lo único que tenían en su vida y que nadie les podía quitar, era lo que les ligaba a sus raíces y culturas, era lo que les decía que todavía podían salvarse.
Igual hoy no se denomina esclavitud, pero se dan situaciones diarias que son iguales. ¿En realidad, la sociedad no ha cambiado tanto, no cree?
-Sí, hemos cambiado poco.
De hecho, hoy todos estamos contribuyendo, aunque sea inconscientemente, al mantenimiento de sistemas parecidos al de la esclavitud.
De hecho, sabemos que hoy hay unos 30 millones de personas en esa situación.
A veces compramos una blusa o lo que sea sin pararnos a pensar que está hecha en un lugar determinado por un niño.
O podríamos poner otros ejemplos.
Eso es un hecho, por desgracia, terrible.
Hay lugares donde puedes comprar un esclavo por 30 dólares.
Es increíble.
Igual que estas imágenes que vemos en Ceuta o Melilla de subsaharianos que intentan venir arriesgando sus vidas en barcos.
¿Quién se acuerda de que durante 300 años, España esclavizó a millones de africanos metiéndoles en barcos para llevarlos trabajar?
No somos capaces de recordar la deuda que tenemos.
El proyecto engloba a varios países y viaja por diferentes siglos. ¿Qué complicado, a la hora de hacer el programa, tener que seleccionar y dejar cosas fuera, no?
-Por supuesto.
El repertorio es enorme.
Así que lo que hemos hecho es basarlo todo en la colaboración de varios músicos de diferentes países, centrando la mirada sobre todo en Latinoamérica.
Cuando fuimos a Estados Unidos en noviembre, allí incorporamos a músicos que cantan góspel, intérpretes que me encantaría sumar a la propuesta aquí pero eso sí que es económicamente imposible.
Pero sí cantamos algunas canciones de los esclavos norteamericanos.
El repertorio está basando en cantos, sobre todo, de Malí, Venezuela, México y Brasil.
Tal vez lo positivo de la colonización española fue la presencia de la cultura musical que se intentó fusionar con los nativos y los esclavos.
Se produjo una mezcla extraordinaria.
Después de tanto esfuerzo en este proyecto, de tanta investigación, ¿cuál es la mayor enseñanza personal que ha obtenido?
-Las dos lecciones más importantes que me ha dado este programa son: en primer lugar, que al final te das cuenta de que, como seres humanos, todos somos iguales, que da igual que seamos blancos, negros, mestizos o lo que sea;y en segundo, el poder que tiene la música para transformarnos, para sobreponernos a las situaciones más terribles.
La música nos puede salvar.
Éste es el motivo por el cual necesitamos la belleza y la emoción. Sólo si tenemos, con la música, belleza y emoción, nos podemos salvar. Por esto también es tan importante conservar las músicas populares de nuestros pueblos, son las músicas que nos hablan del alma, de lo que somos y de lo que fuimos, de que pertenecemos a una familia, a un pueblo, a una cultura.
De todas formas, ¿a estas alturas de su trayectoria, la música todavía le tiene algo que enseñar?
-Todos los días.
Es lo que me mantiene vivo (risas).
Tengo 76 años y vengo de tocar en Nueva Zelanda, Australia y Noruega. Y estoy feliz porque sé que, con este programa, voy a poder seguir compartiendo momentos con todos los músicos que participan y que son ya parte de mi familia.
Cada vez que estás en un concierto y lo vives de manera tan intensa, aprendes miles de cosas.
Además, cuando ves que eso llega al público y que los espectadores te lo agradecen, la energía se vuelve creativa y regeneradora por completo.
Desde esa experiencia, si hoy se encontrase con aquel Jordi Savall de seis años que estaba empezando en la música, le diría…
-De todas las cualidades que se necesitan para la vida, hay una que es la más importante: el coraje.
Puedes tener muchas cualidades pero si no tienes el coraje de ponerlas en práctica, no vas a ningún lado.
Es imprescindible tener el coraje de hacer lo que uno piensa que tiene que hacer.
Escrito por CARLOS GONZÁLEZ DAVID IGNASZEWSKI | Noticias de Alava