Angélica Daza Enciso | El domingo 21 de mayo asistí a un concierto memorable.
Con treinta y cinco años de celebrada experiencia, el ensamble francés Organum, dirigido por Marcel Pérès, interpretó la Messe de Nostre Dame de Guillaume de Machaut, joya del Ars Nova francés.
Una obra maravillosa en manos de unos artistas que esculpieron para nosotros sonidos inesperados.
Un arcoíris de diferentes técnicas de polifonía temprana como el discanto o el organum, se entretejieron con canto gregoriano y algunas cantilaciones, unidas por un estilo vocal que ha sido la marca de este grupo: inflexiones y ornamentaciones de estilo oriental uniendo tradiciones vocales de Oriente y de Occidente.
La Sala de Conciertos se transformó en una catedral gótica en la que pudimos imaginar la ceremonia a la que originalmente pertenece esta obra musical: la misa.
Escuchamos las dos secciones musicales que conforman este rito: el ordinario (Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus, Agnus Dei e Ite missa est) y el propio (introito, gradual, alleluia, ofertorio y comunión) además de otras secciones entonadas, como una lectura del profeta Malaquías, un fragmento del evangelio según San Lucas y el prefacio del Sanctus.
Machaut escribió las seis partes del ordinario que son lo que usualmente se entiende como misa, en su sentido de forma musical.
El propio fue escogido por los intérpretes del repertorio del canto gregoriano y en un contexto litúrgico específico: la conmemoración de la purificación de la Virgen, celebrada en aquella época el 2 de febrero.
La unión de estos componentes y su interpretación en el orden estricto que prescribe la liturgia, nos ayudó a entender el contexto y nos permitió imaginar cómo pudo haber sido interpretada la Messe de Nostre Dame en esa época, y apreciar mejor el sentido general de los textos y de su musicalización.
Cabe destacar varios aspectos de la interpretación.
El primero, la disposición de los cantantes en el escenario.
Todos alrededor de una sola partitura de un tamaño un poco más grande de lo normal, a la usanza antigua como muestran las miniaturas medievales.
Según uno de los intérpretes, Jean-Christophe Candau —con quien tuve tiempo de charlar a la salida del concierto, esta forma de cantar los obliga a estar más atentos a la producción del sonido y a esculpirlo con delicadeza sin distraerse ni un segundo de la partitura.
El uso de una partitura transcrita a mano desde el manuscrito original por el cantante Malcolm Bothwell (antiguo miembro del Ensamble Organum) evidencia el interés de este grupo en una interpretación lo más cercana y fiel a la interpretación de la época.
Lo segundo que me llamó la atención fue el estilo vocal.
Desde la primera obra, el introito Suscepimus Deus, fue posible percibir una fuerza imponente en la emisión de la voz y unos melismas que recordaban los cantos bizantinos o los pregones que invitan a la plegaria en el islam.
Una reminiscencia de música oriental con una fuerza vocal que indujo un ambiente de concentración y de plegaria, acorde con el contexto litúrgico de la obra interpretada.
No es difícil imaginar el rito y el espacio en el que se desarrolló esta obra. Los cantantes, vestidos de negro y escondidos detrás de su atril, lograron orientar nuestra atención hacia los sonidos permitiéndonos imaginar que sus voces eran como las de un órgano de iglesia que la gente oye pero pocas veces ve.
Al levantar los ojos, los tubos del órgano de la Sala de Conciertos confirmaron esa sensación casi onírica que nos genera la música antigua, la de viajar con los sonidos hacia otro lugar y otra época.
El concierto recordó, además, cuán cerca se encuentra este repertorio de la improvisación.
La libertad melódica del canto gregoriano, de la cantilación e incluso de las secciones polifónicas compuestas por Machaut, y el recurso permanente a los melismas orientales son prueba de ello.
Aquellos fragmentos en donde, tomando el papel del canónigo o celebrante, el cantante enuncia el texto en un tono especifico, ponen de presente que en la Edad Media la música está supeditada al texto y no al contrario.
Los adornos de la voz, así como el tono escogido buscan resaltar el sentido de las palabras.
La libertad rítmica del canto gregoriano, así como las inflexiones melódicas de la polifonía acusan una sincera comprensión del texto.
Antes de la última intervención —el Ite misa est, Marcel Pérès entonó un texto que no está escrito en el programa y retomaron esta misma sección después de los aplausos, pero con otro texto.
Al final del concierto, interrogando a Marcel Pérès sobre el significado del texto y su papel en la liturgia, respondió que las dos veces había cambiado el texto y que era «una improvisación para dar el tono».
Esa libertad y flexibilidad es sorprendente dentro de una música de la que se puede creer que es rígida y en donde todo está escrito.
Decía también Jean-Christophe Candau al respecto «todo no está dicho en la partitura».
Sonidos que esculpieron imágenes en nuestra imaginación, voces de otra época que nos recuerdan el aquí y el ahora,se inscriben en una tradición viva e inmortal.
Gracias por un concierto inolvidable.
El Ensamble Organum también se presentó el 18 de mayo en el Auditorio de la Biblioteca Departamental en Valledupar, y el 19 de mayo en el Centro Cultural de la Guajira en Riohacha como parte de la programación de la Temporada Nacional de Conciertos del Banco de la República, en el marco del Año Colombia-Francia 2017.
Fuente http://www.elespectador.com/noticias/cultura/ensamble-organum-esculpiendo-sonidos-articulo-696017