En 1987 se engendraba, desde el ímpetu e ilusión que la juventud posee -ni en sus cándidas mentes podría haberse imaginado-, lo que con el tiempo sería uno de los ensembles más reconocidos de nuestro panorama musical nacional.

 Renombrado, no gracias a ningún mecenas de los que nuestra cultura adolece, sino por demostrar, tras años de perseverancia y pasión, que nuestro patrimonio musical más antiguo merece consideración análoga en el panteón de las longevas e internacionales celebridades musicales.

Porque de bachs y händels están los auditorios llenos..

 Capella de Ministrers decidió -con paso firme- dedicar su labor investigadora, restauradora, recuperadora, interpretativa, divulgativa, discográfica.. a esa otredad de las vetustas periferias musicales; siguiendo tal vez el destello de nuestro primer gran maestro, que hoy celebra su hagiografía.

 No es baladí que con ello persiguiesen con vehemencia aquello que llaman ‘la experiencia total’, perfilada transversalmente con la multidisciplinariedad de sus proyectos, que les ha permitido compartir inquietudes con personalidades como el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, Ferran Adrià, o los desaparecidos Bigas Luna y Kevin Power.

 Detrás queda la satisfacción de haber musicado testimonios y contextos otrora mudos, ignorados.

Testimonios y contextos que, brizados por las heterogéneas sonoridades de Capella de Ministrers, se nos antojan ahora imaginables de otro modo, menos remotos acaso.

 Sin perder atisbo de brillo en la mirada presentaban, el pasado enero, un compendio de músicas libadas a uno de nuestros pintores más internacionales (y ahora conmemorado por todos): Doménikos Theotokópoulos, bajo el nombre El viaje musical del Greco.

 De un confín al otro del Mediterráneo, de las nativas costas levantinas a las griegas del extremo opuesto de ese mar nuestro, sin olvidar, obviamente, los ricos tesoros itálicos del centro mediterráneo donde –con Venecia mirando al este y Roma al oeste- se cruzaron todas las culturas y desde donde partieron empresas artísticas a colonizar los más lejanos lugares, los músicos de Carles Magraner ofrecen en este disco bellísimas muestras sonoras que permiten al oyente navegar hacia un particular viaje.

Este homenaje que Capella de Ministrers hace al Greco, mezcla atinadamente músicas griegas, italianas y españolas, sones tradicionales o cultos, medievales y renacentistas, manieristas unos, contrarreformistas otros.

 Sin embargo, el déficit de sensibilidad cultural que nos rodea se extiende como un endrino y vasto piélago, provocando que trabajos de sublime naturaleza pasen desapercibidos, exiliados de nuestra memoria.

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