Pórtico do Paraíso, el festival internacional de música de Ourense, celebra estos días su novena edición.
Tras el concierto inaugural, con la Catedral de San Martín completamente ocupada y una gran actuación del coro fracés Les Eléments, el festival retomó una de sus mejores costumbres: Pórtico do Paraíso ha buscado todos los años algún nuevo escenario para sus conciertos.
Si otros años fueron Seixalbo o el Museo Arqueolóxico, este año fue un punto más allá en esta búsqueda.
Y no solo porque por primera vez celebraba un concierto fuera del término municipal de la capital.
El pasado sábado por la tarde tres grupos de aficionados tuvieron ocasión de hacer un precioso peregrinaje entre arqueológico y musical.
El segundo concierto de Pórtico do Paraíso se celebró en tres sesiones debido a la limitada capacidad del recinto elegido, la capilla del antiguo Monasterio de San Pedro de Rocas, en Esgos.
Un centenar y medio de personas pudieron así gozar de un concierto de música medieval en un lugar absolutamente insólito.
Escuchar en una capilla excavada en roca viva un concierto como el que ofrecieron Emilio Villalba, Sara Marina y Clara Campos es algo difícil de repetir.
Clara Campos tiene una voz de una limpieza resplandeciente y, lo más importante, hace gran música con ella.
Adapta su interpretación –incluso en la pronunciación- a los diferentes estilos interpretados.
En conjunto el grupo logra que su auditorio se sienta casi físicamente en los lugares donde tales músicas se ejecutaban originariamente.
El programa, con el título genérico Leys d’amors, constaba de seis canciones “de amor medieval” en un recorrido por los siglos XIII y XIV, desde la fría Escandinavia a la calidez convivencial de aquel Al Andalus de las tres culturas tan nuestro.
Entre ambos, la Inglaterra de John Dunstable o la Francia de Guillaume de Machaut, representados en la lírica amorosa, juglar o trovadoresca.
El sonido de un larga serie de instrumentos medievales manejados por los tres componentes del grupo es, más que acompañamiento, parte esencial de la música que hacen.
La pasada edición de Pórtico do Paraíso ya se pudo ya se pudo contemplar su belleza y sonido en el la exposición que el festival organizó en el Museo Municipal de Ourense.
Los trabajos de adaptación para el concierto del pequeño recinto respetaron la integridad del lugar solándolo con tablas adaptadas a su configuración.
Sobre ellas se colocó las sillas, salvando las anfractuosidades de los sarcófagos antropomórficos tallados en la roca viva.
La seguridad de los asistentes y del recinto han sido norte y guía de estos trabajos.
En San Pedro de Esgos hay más sepulturas antropomórficas.
Algunas de ellas se encuentran rodeadas de canales, lo que indica que allí se celebraba algún tipo de culto al agua.
El antiguo monasterio –declarado bien de interés cultural en 1923- es actualmente la sede del Centro de Interpretación de la Ribeira Sacra.
Un lugar donde verdaderamente se puede aprender a apreciar la importancia de esa preciosa zona vitivinícola, origen de la viticultura heroica.
San Pedro de Rocas, sito en uno de esos parajes naturales únicos que tenemos en Galicia, se convierte así en el templo donde agua y vino alcanzan un mágico maridaje.
Monasterio San Pedro de Rocas
En este monasterio, único por estar excavado en la roca natural, no encontraremos ligeras estructuras góticas ni armoniosas proporciones renacentistas.
Se trata de un recinto antiquísimo, tosco, casi primitivo, testigo de los primeros asentamientos eremitas en estas tierras.
El valor de San Pedro de Roca es antropológico más que estético.
La presencia de los primeros ocupantes de este lugar se remonta al año 573.
Según las inscripciones de la lápida fundacional, conservada en el Museo Arqueológico Provincial, sus fundadores fueron siete varones que escogieron este bello enclave para retirarse a una vida de oración.
Posteriormente, ya en el siglo IX, el caballero Gemodus redescubre el lugar en una jornada de caza y se establece en él, siendo elegido abad por sus compañeros.
Leyenda o realidad, el caso es que existe constancia de la existencia de Gemodus, tal como figura en el privilegio que Alfonso V concede a Rocas en 1007.
En los siglos posteriores, este monasterio, nunca demasiado rico ni muy habitado, pasó a depender del de Santo Estevo de Ribas de Sil y del de San Salvador de Celanova.
En 1923 fue declarado Monumento Histórico-Artístico.
La iglesia del monasterio, del siglo VI, es uno de los templos cristianos más antiguos que se conocen.
Escrito por JULIÁN CARRILLO | Elpais
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