A veces me sorprende que, al escuchar música antigua, aunque intente bajar a la Edad Media o subir a los sones barroquizantes del XVII, acabo volviendo irremediablemente al Renacimiento.
La explicación a este fenómeno puede ser que la música del siglo XVI y finales del XV transmite con su frescura el espíritu de una época apasionante, como así lo ha entendido en dúo Lutevoice, que en su página web describe aquella Europa de la siguiente forma:
“La España sumida en luchas con los árabes y amores secretos, el floreciente humanismo italiano, con versos de Petrarca, las pomposas cortes francesas y sus canciones amorosas, la gloriosa Inglaterra isabelina y su culto a la melancolía…”
Lutevoice está compuesto por la soprano argentina Valeria Mignaco y por el laudista Alfonso Marín.
Se conocieron mientras cursaban estudios en el conservatorio de La Haya, y se especializaron en la música para laúd renacentista entre éste último y el conservatorio de Amsterdam.
El repertorio del dúo recorre, a través de los distintos programas que ponen en escena, una parte importante de la música para cuerda pulsada de la Europa del Cinquecento: desde las obras del inglés John Dowland a las frotolas italianas; desde los Airs de Cour franceses del Barroco temprano a la canción para vihuela española procedente de los libros de cifra.
Un repertorio que constituye un verdadero fresco de la sensibilidad musical de la sociedad europea de la época.
El importante trabajo de investigación musicológica que han realizado a lo largo de sus carreras Marín y Mignaco queda patente, no sólo en lo exhaustivo de los estilos y formas musicales tratados por el dúo, sino también (o mejor, sobre todo) en la capacidad que tienen sus interpretaciones para transmitirle al oyente el “sentir renacentista”.
No se trata de tocar y cantar con una técnica impecable; es preciso poder comunicar el sentimiento que dio origen a esas letras y a esas melodías. Y ellos lo consiguen.
Valeria Mignaco es capaz de expresar la tristeza torturada de la obra más oscura de Dowland y a la vez el desenfado alegre de un madrigal de Thomas Morley.
Quizá esa ambivalencia renacentista está en su propia personalidad: su rostro combina una hermosa sonrisa abierta con una profunda melancolía en la mirada.
Por su parte, Alfonso Marín aporta el contrapunto a la voz con la sobriedad de la cuerda desnuda, sin adornos ni acompañamientos instrumentales.
El laúd presenta un sonido contenido, aunque no exento de expresividad, que parece que va a estallar en cualquier momento.
Suministra consuelo a la tensión de la voz en los momentos más trágicos y comparte su alegría en los felices.
Resulta notable, especialmente al observarles en vídeo, lo compenetrados que están ambos artistas y el elevado grado de complicidad que existe entre ellos.
No estamos ante una soprano y un laudista, sino ante dos facetas o partes de una sola expresión musical.
Como he dicho anteriormente, llevan el sentir del Renacimiento dentro de ellos: nunca fueron capaces de regresar del viaje en el tiempo que realizaron al siglo XVI.
El dúo publicó su primer CD en 2010, un excelente trabajo titulado Clear or cloudycentrado en la obra de John Dowland y de sus contemporáneos.
Por otro lado, se les puede ver interpretando en directo en los numerosos vídeos del canal que tienen en YouTube.