De acuerdo con la mercadotecnia actual, una empresa no debe limitarse a vender bienes o servicios, sino que debe ofrecerle una experiencia al consumidor. Bueno, pues estableciendo la debida distancia con el prosaico mundo de la economía de empresa, podemos decir que eso mismo consiguieron las integrantes del conjunto 3 Damas en el recital que ofrecieron el pasado sábado 26 de julio en la iglesia de Santiago de Sigüenza, en la provincia de Guadalajara.

Más allá de una técnica impecable, más allá de un entorno privilegiado y más allá de un programa más que acertado, las violas de gamba de Clara Rodríguez y Laura Salinas, debidamente complementadas con la voz de Patricia Paz, lograron sacarnos de este nuestro siglo y proyectarnos a lugares tan distantes como la Castilla del siglo XVI, el Londres de los grandes laudistas o la Italia del Barroco temprano. Tal es el poder y la fuerza evocadora  de este trío.

Y los elementos que dieron lugar a esta experiencia sensorial fueron el sonido de las cuatro violas de gamba que fueron interpretadas a lo largo del recital y las piezas que integraron el programa, dividas en tres bloques: la música española, Francia e Inglaterra, y finalmente, la Italia de Claudio Monteverdi.

Los instrumentos, fabricados por los lutiers José Luis Blázquez y Carlos Quiesa basándose en modelos históricos, ofrecieron un sonido rico, nítido y preciso, a pesar de que como reconoció una de las intérpretes, alguno de ellos estaba “recién salido del horno”. Durante la velada sonaron en total cuatro violas de gamba: dos violas bajo, una soprano de pequeño tamaño y una de siete cuerdas.

La ejecución de las dos violagambistas, Clara y Laura, denotó el dominio técnico del instrumento del que hacen gala ambas y la pasión en la ejecución, que humaniza y embellece lo que de otra forma podría limitarse a una interpretación mecánica de notas precisas. Por su parte, la voz de Patricia Paz es sumamente versátil y puede recorrer sin esfuerzo el camino que separa la canción popular castellana de la pasión desconsolada de los ayres de Dowland o de la triste belleza de los madrigales y lamentos de Monteverdi.

Adicionalmente, las tres intérpretes transmiten al público una sensación de cohesión y complicidad entre ellas, que pone en evidencia que están disfrutando haciendo lo que hacen y que se sienten cómodas en el escenario. Y ese sentimiento se contagia al auditorio.

El programa seleccionado resultó tan variado como atractivo, y cada pieza fue debidamente introducida y enmarcada por la cantante Patricia Paz, que fue apoyada por interesantes comentarios técnicos sobre las violas de gamba de Laura salinas.

El bloque español abrió el recital con la canción anónima Vuestros Ojos Tienen D´Amor que fue seguida por otras piezas del cancionero tradicional y por la denominada canción del emperador Carlos V, Mille Regretz de  Josquin de Prés, que según se cuenta escuchaba éste todas las noches al acostarse para poder conciliar el sueño. Cerraron esta parte dos recercadas de Diego Ortiz, de su Tratado de Glosas, en la que las dos violas de gamba demostraron como Ortiz planteó en su obra el embellecimiento de una determinada pieza musical a través de variaciones y florituras sobre el tema principal.

El segundo bloque de piezas tuvo como protagonistas al monarca inglés Enrique VIII y al laudista John Dowland. Enrique VIII fue un gran amante de la música además de intérprete y compositor. Su Libro o Manuscrito de Enrique VIII, que es el equivalente británico a nuestro Cancionero de palacio, incluye más de 100 melodías de los músicos cortesanos de las cuales 33 están firmadas por el rey. Por su parte, Dowland fue el más grande laudista británico del siglo XVI, y lo paradójico es escuchar sus ayres para laúd interpretados por violas de gamba, dado que a John Dowland parece que no le hizo mucha gracia una afirmación de un músico contemporáneo suyo, Tobias Hume, que dijo en una ocasión que  la viola llegaría a ser tan versátil y fértil en sonido como el laúd.

La parte final del recital estuvo de dedicada  a la Italia del primer Barroco, en concreto, a obras de Biagio Marini y del inmenso Claudio Monteverdi. Quizá fue el momento más emotivo de la velada la interpretación que hizo 3 Damas de esas piezas de intensa dulzura melancólica, entre las que brilló con luz propia Si Dolce Il Tormento de Monteverdi, un bombón en manos del trío.

Llegaron las tres a Sigüenza y con sus artes musicales devolvieron a los vetustos sillares de la iglesia de Santiago a los siglos XVI y XVII, y por añadidura, a nosotros también. El problema de los viajes en el tiempo es que hay veces que no puedes regresar al presente. O será que no te interesa, quién sabe…

4 comentarios en «3 Damas que devolvieron Sigüenza al Renacimiento»

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