Del magico concilio
chi vela li spettacoli?
Prólogo de La Rosinda (1651)
En el prólogo de la ópera La Rosinda, las Furias, con el telón todavía bajado (“Con la scena della tenda velata”) preguntan que quién, qué mágico consejo, oculta el espectáculo, el maravilloso espectáculo que constituía la ópera veneciana, que ya a mediados del siglo XVII es descrito por el viajero inglés John Evelyn como the “most magnificent and expensive diversions the wit of men can invent”, es decir, el más oneroso y magnífico entretenimiento que pueda concebir el hombre.
Y en su nuevo disco Miracolo D´Amore, La Galanía levanta con fuerza el telón y nos adentra en todo el esplendor de la música escénica de esa era dorada en la Serenísima República de Venecia a través de la música de Francesco Cavalli.
Para este proyecto, el conjunto liderado por la soprano Raquel Andueza y el tiorbista Jesús Fernández Baena ha contado con la figura del contratenor Xavier Sabata.
Se trata de otro brillante ejercicio de música barroca a sumarse al catálogo de Anima e Corpo donde ya figuran el Pegaso de Tarquinio Merula (2014) y Alma mía (2013), sobre la música de Antonio Cesti, además de las dos incursiones en la música en castellano del Siglo de Oro que son los dos volúmenes Yo soy la locura.
La Galanía ha elegido el formato de dúo para abordar la música escénica de Francesco Cavalli, si bien el disco contiene también solos y piezas instrumentales, que según apunta Manfred F. Bukofzer (Music in the Baroque Era, 1947) era un técnica muy apreciada por este compositor, a pesar de que su desarrollo todavía no llegaba mucho más allá del alcanzado en el tiempo de su maestro Monteverdi y los solistas cantaban con más frecuencia alternando las voces que juntos.
Severo Bonini en su obra sobre la monodia Discorsi e regole sovra la musica se refiere hacia 1641 a Cavalli en Venecia y a Luigi Rossi en Roma como los dos “nuevos cisnes” (“Sono da quei tempi sino ad ora sempre scopertisi novelli Cigni come in Roma il sig[nor] Luigi Rossi. In Venetia il Cavallo”) y realmente son dos nombres que marcan una nueva época de la música barroca italiana.
Precisamente, dos de los hitos musicales más renombrados de este tiempo fueron los estrenos del Egisto de Cavalli en 1643 y el Orfeo de Rossi en 1647.
Es una era que coincide con la aparición del bel canto, que algunos sitúan entre 1630 y 1640, y que para Bukofzer supone “una de las más destacadas contribuciones al desarrollo estilístico de la música barroca”.
Francesco Cavalli dejó una obra instrumental y sacra, pero donde realmente brilla con luz propia es en la música escénica, a través de las más de cuarenta óperas que compuso.
El crítico Gustav Kobbé considera la mayor aportación del compositor en la introducción de la melodía dentro del registro vocal, aliviando de esta manera el efecto monótono del recitado continuo, y de alguna forma anticipando la forma de aria que posteriormente desarrollaría Alessandro Scarlatti.
No es, por tanto, casualidad que Raquel Andueza y Jesús Fernández Baena se hayan fijado en este personaje para que protagonice su último lanzamiento.
Tampoco es casualidad que La Galanía haya dedicado un disco a Antonio Cesti y otro a Cavalli, pues el primero llegó a eclipsar el segundo en el panorama musical veneciano igual que Cavalli en su día eclipsó a Monteverdi.
De hecho, gracias a la competencia que suponía Cesti, Cavalli rompió la promesa que había hecho al volver de París en 1662 de no volver a escribir óperas.
Es una historia que merece relatarse.
El cardenal Mazarino, en un intento de afianzar la influencia italiana en la corte francesa, invitó a Francesco Cavalli a componer una ópera para las conmemoraciones del inminente matrimonio del rey Luis XIV y este aceptó escribiendo Ercole.
La ópera llevaba libreto de Buti -el responsable del Orfeo de Rossi-, y constituía un inmenso espectáculo de dimensiones wagnerianas -duraba unas seis horas-, en el que iban intercalados ballets compuestos por Jean-Baptiste Lully.
Pues bien, el intrigante Lully se las apañó para que en las últimas revisiones de la obra sus ballets cobrasen cada vez más protagonismo, de forma que se cuenta que el resultado final estrenado en 1662 era un inmenso ballet con interludios operísticos.
Cavalli se sintió humillado y juró que no volvería a escribir óperas, pero el orgullo de saber que su posición del más grande escritor de óperas veneciano se veía en peligro por el brillo que empezaba a cobrar Cesti le hizo volver a la trinchera.
En 1664 estrenaba Scipione Africano y aún alumbró cinco más antes de su muerte en 1676.
La selección incluida en Miracolo D`Amore abarca piezas de todas las épocas de Cavalli, desde Gli Amori D´Apollo e di Dafne, su segunda ópera estrenada en 1640, hasta Eliogabalo escrita en 1667 que nunca llegó a llegó a estrenar en vida.
Como cuenta la propia Raquel Andueza en el libreto del disco, el resultado de unir todos los trozos crea una historia con sentido propio, que ella y Xavier Sabata llaman “nuestra pequeña ópera”, con la que consiguen construir una narración sobre los fragmentos de los relatos que cuenta la música de Francesco Cavalli.
Se trata de un maravilloso baile de máscaras que, recabando la complicidad del oyente, añade una dimensión creativa adicional a lo que ya es de por sí una brillante recopilación musical.
Miracolo D`Amore pone en evidencia la importancia que la ópera veneciana de mediados del siglo XVII otorgaba a las voces en solitario, frente a las obras que destacaban especialmente la música coral.
En este sentido, una visión sociológica de esta dicotomía nos llevaría a contraponer la ópera “de coros”, más propia del gusto refinado de las cortes, a la ópera “de solistas”, más atractiva para el público burgués, que, en palabras de Manfred F. Bukofzer, “está primordialmente interesado, como lo está hoy en día, en cantantes estrella y una acción vertiginosa”.
Y parece ser que esta demanda del público fue detectada por los compositores de ópera venecianos, tanto por el propio Cavalli, como por Cesti y por Carlo Pallavicino.
De hecho la ciudad de los canales es uno de los lugares donde nace la ópera como industria del espectáculo en vez de como actividad para entretener a los príncipes y a sus invitados.
Primero será el Teatro San Cassiano el que programa ópera desde 1637 para los que puedan pagar el importe, en principio los señores y sus criados que asisten al espectáculo desde el gallinero, y más adelante, el Teatro Sant’Apollinare en donde Cavalli estrenaba una, y a veces incluso dos obras, durante la época del carnaval, en la que la ciudad se llenaba de gente en busca de diversión y entretenimiento.
Otro paso adelante en la evolución de la ópera es la profesionalización del libretista.
Colaboradores de Monteverdi como Giacomo Badoaro y Giovanni Francesco Busenello eran poetas amateurs, mientras que una figura como Giovanni Faustini, que trabajaría con Cavalli a lo largo de diez años, está considerado como el primer “libretista profesional” de Venecia, un perfil que acerca la ópera al concepto de industria del espectáculo y la aleja del mero entretenimiento cortesano.
Los años en los que colaboran Faustini y Cavalli, entre 1642 y 1652, estos introducen importantes cambios en los convencionalismos que regían este tipo de espectáculo.
Una de las principales transformaciones consistió en ir paulatinamente abandonando los temas mitológicos e históricos y empezar a crear historias inéditas especialmente escritas para las óperas, con influencia de las formas literarias del siglo, como la Comedia del Arte, las narraciones épicas o el teatro español.
Precisamente, cuatro de las obras que ha seleccionado La Galanía para el disco –L`Egisto, L`Ormido, La Rosinda y La Calisto-, llevan textos de Faustini.
Miracolo D`Amore es una obra que gana en matices con cada escucha.
Cada audición parece llevar a la siguiente cuando nos sorprendemos tarareando alguna de sus melodías.
La producción es exquisita como es habitual en los productos de Anima e Corpo y el CD incluye un libreto con los textos de las piezas interpretadas en varios idiomas, abundantes fotografías y una erudita introducción a la figura y la obra de Francesco Cavalli firmada por Lorenzo Bianconi.
Mención aparte merecen las notas personales que introduce Raquel Andueza, algo que el aficionado busca en primer lugar nada más abrir el precinto del disco, y que viene a ser el equivalente a la escena extra destinada a los fans que siempre hay después de los créditos en las películas de Marvel.
En este caso, en su texto Raquel nos habla de la complicidad que comparte con Xavier Sabata, de cómo una carrera ciclista interrumpió la grabación del CD en Girona y de una inquietante presencia sobrenatural que parece manifestarse en alguna de las pistas.
Hagamos caso a las Furias de La Rosinda, levantemos el telón y… ¡que empiece el espectáculo!
El CD se puede adquirir en la tienda oficial de Anima e Corpo.