Hoy vamos a trasladarnos a la Edad Media, a los siglos anteriores al XV.
Porque fue en estos años de los siglos XI, XII, XIII y XIV, cuando nacieron y se desarrollaron las formas de composición a las que nos vamos a acercar en este programa.
Es decir, al conductus; el organum y el motete.
Todas ellas formas características de los orígenes de las composiciones polifónicas
Así comienza el programa de Radio Nacional Española, Música Antigua a la carta.
Dirigido y presentado por Sergio Pagán.
Uno de los géneros musicales más utilizados en la Edad Media es el conductus, aunque quizá no sea muy conocido.
En parte porque, como casi todo lo procedente del medievo, queda oscurecido por una falta de claridad (lo que lo hace más irresistible) o porque la música medieval aún continúa siendo algo árida para el público general.
Como muchos otros géneros, se piensa que se originó en la Francia del siglo XII y poco a poco fue creciendo y floreciendo cada vez más, sobre todo gracias a la parisina Escuela de Notre-Dame.
De hecho, la palabra conductus aparece ya en los manuscritos del siglo XII.
Uno de ellos, titulado “Resonet, intonet”, tiene el siguiente texto:
Munda sit, pura sit hec ergo concio,
Audiat, sentiat quid dicat lectio.
Es decir, como puede verse, prepara al pueblo para la lectura.
De ahí, el significado que suele darse al término “conductus”: se trata de una pieza cantada cuando el leccionario era conducido procesionalmente al sitio en el que se proclamaba la lectura.
En otros manuscritos a los textos se les da el apelativo de “conductus” que parece ser que en esa época era sinónimo de salvoconducto.
Seguramente los libros litúrgicos estaban guardados en lugar seguro en catedrales y monasterios, con lo que el canto era un salvoconducto de que podían mostrarse al público.
El conductus tenía una especial relevancia en la fiesta de la Circuncisión del Señor, en el que eran interpretados diversos de ellos, no solo dentro de la liturgia.
A propósito de esto, los conductus no solo cumplían dicha función litúrgica sino que iban más allá.
Por ejemplo, de interpretaban dentro de sermones, predicaciones, etc. Como puede verse, nació como un género muy versátil.
El género tuvo una especial atención y desarrolla gracias a la llamada École de Notre-Dame, que floreció en París entre los siglos XII y XIII.
Es curioso que se desarrollasen en ese lugar.
Los primeros conductus vieron su expansión dentro de la región de Aquitania, muy alejada de París.
Sin embargo, gracias a la presencia en la escuela de dos de los más grandes compositores medievales como eran Pérotin y Léonin, seguro que el género cayó en gracia a los ojos de estos maestros, con lo que empezaron a utilizarlos.
Como primera aproximación, el género del conductus no aparece en la Escuela de Notre-Dame entre los cantorales sino mencionados en obras teóricas, como las del famoso autor Anonymus 4.
Este ya recoge en un tratado una serie de conductus tanto con caudas como sin ellos (los “caudas” son melismas).
La fuente principal de conductus de la Escuela se encuentra en el manuscrito I-FI-Plut.29.1 en el que entre obras polifónicas (siempre medievales) aparecen conductus tanto monofónicos como a dos y tres voces.
La temática de los mismos es muy variada, yendo desde las fientas del Señor (sobre todo las de Navidad) como la de los santos; también hay lamentos, planctus, etc.
El género fue tan característico de la escuela parisina que se denominaban canciones de Notre Dame.
Poco a poco, durante el siglo XIV el género fue dejando paso al nuevo estilo del motete.
No solo en Francia, sino que fuera de ellas también tuvo desarrollo el género.
Por ejemplo, en el códice de las Huelgas aparecen varias canciones de Notre-Dame, así como en los Carmina Burana.
En Inglaterra también aparecen rastros, no así en Italia donde el género no cuajó.
Sobre todo en Inglaterra, aparecen conductus con una nueva técnica como es la del rondellus, de forma que muchas veces ambos géneros se confunden.
En cualquier caso, a modo de resumen, los conductus suelen clasificarse en monofónicos, polifónicos y embellecidos y suelen usar la técnica del discantus, en la que una voz canta y otra la acompaña improvisando.
Quizá los conductus más complejos de descifrar son los monofónicos de la ya aludida Escuela de Notre-Dame.
La notación es muy ambigua y los estudiosos se encuentran con verdaderos problemas para darlos a la luz.
A pesar de ello, ofrezco uno de los más conocidos de este tipo.
Esto se debe, quizá, a que fue compuesto por el gran Pérotin.
Se trata del conductus monofónico Beata viscera, con texto de Walter de Chatillon.