El mundo de la música vuelve a sufrir una pérdida irreparable: en su Sao Paulo natal, a los 56 años y víctima de un infarto de miocardio, ha fallecido el extraordinario clavecinista Nicolau de Figueiredo, tal vez la mayor eminencia en cuanto la interpretación de la música de los tres grandes teclistas ibéricos del siglo XVIII: Domenico Scarlatti, Antonio Soler y Carlos Seixas.
Tras estudiar piano, clave y música de cámara en Brasil, se trasladó a Europa en 1980, donde amplió estudios con Christiane Jacqottet (clave) y Lionel Rogg (órgano).
Posteriormente dio clases con Kenneth Gilbert, Gustav Leonhardt y con la persona que más influyó musicalmente en él, el gran Scott Ross, quien lo tuvo como su alumno predilecto. De 1990 a 2000, se encargó de la cátedra de dirección musical en la Schola Cantorum Basiliensis, actividad que compaginó como asistente de dirección de ópera de René Jacobs.
De 2004 a 2007, fue profesor de canto barroco en el Conservatorio de París, ciudad en la que residió hasta hace unos años, cuando decidió regresar a Sao Paulo para ocuparse de su anciana madre.
Colaborador de las principales orquestas historicistas de Europa (entre ellas, la Orquesta Barroca de Sevilla, a la que llegó dirigir en varias ocasiones y con la que grabó un disco dedicado, cómo no, a Domenico Scarlatti), ya el pasado año sufrió otro infarto que le dejó en un estado de salud bastante delicado.
No exageramos si decimos que con la muerte de Nicolau de Figueiredo desaparece uno de los mayores genios del clave de nuestros días.